No señores, no se ha acabado el mundo. Hemos sobrevivido al año 2012. Sin embargo, la profecía de los mayas sigue vigente. El 21 de diciembre acabó una Era y empezó otra, la Era del Conocimiento y la Sabiduría. Esta Era da paso a una purificación absoluta en la humanidad, por el bien de nuestro querido planeta y ser vivo, la Tierra. Podríamos estar hablando de otro Apocalipsis. Las profecías mayas son infalibles, por lo tanto es más que probable que los próximos años sean los últimos de tu existencia. Y en este blog vamos a disfrutarlos al máximo ;)
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miércoles, 22 de agosto de 2012

El sueño de mi vida

Voy a contar un sueño que tuve la noche pasada, porque creo que ha sido el mejor que he tenido en mi vida. No sé si en términos de felicidad, pero sí de riqueza expresiva, en detalles. Lo recuerdo casi todo y voy a intentar plasmarlo aquí.

En mi ciudad, Callosa de Segura, junto a una Glorieta, se celebraba un fin de curso (uno, el mio no) en el que darían lugar multitud de actuaciones artísticas (monólogos, canciones, actos teatrales, bailes, etc). Se supone que media Callosa iba a acudir al evento, y aunque ahora mismo no me acuerdo de la mayoría de las caras, sé que así fue. La ceremonia empezó muy tarde, a las tantas de la madrugada. Yo era uno de los que actuaba, cantando una canción (no se cual) y me dijeron que al retrasarse un poco la ceremonia iba a actuar sobre las 3-3 y media de la madrugada. Entonces oí decir a alguien -supongo que a algún amigo- que corría el rumor que habían invitado a Raúl (el jugador de fútbol) a ver el evento, no tengo ni puta idea de porqué. Yo no me lo creí, claro.

Momentos después mi madre aparca en una calle cercana al salón donde va a dar comienzo el fin de curso. Íbamos en el coche ella, mi hermana y yo. Cuando salimos del coche vemos justo detrás otro que está saliendo de su aparcamiento. Me fijo en la ventanilla...y era Raúl. Ignoro que marca era el coche, no recuerdo que fuera uno muy lujoso, yo estaba alucinado con la posibilidad de que estuviera a unos metros  de mi a uno de mis mayores ídolos, por no decir el mayor. Más que ídolo, a Raúl lo veo como un ejemplo a seguir. No sólo como jugador, sino como persona. Ha demostrado mil veces dentro y fuera del campo que es alguien a quien admirar y al que estoy muy agradecido por todas las noches de gloria que nos ha hecho pasar a todos los madridistas. Más allá de marcar más de 300 goles, de batir todos los récords, de ganar tantos títulos... Raúl siempre ha sido el símbolo del esfuerzo, de la honradez, de que la rendición es el único camino al fracaso.

Y ahí estaba delante. Me vino a la cabeza la vez que fui con tres amigos a Valencia, a ver un Valencia - Schalke 04, una de las mejores experiencias de mi vida. Nos asomamos al hotel en el que se hospedaban los jugadores del club alemán, y pudimos hacernos fotos con Neuer, Metzelder o Escudero. Pero nosotros queríamos ver al gran capitán. Al eterno "7". Por un instante, apareció en la puerta del hotel y lo vimos a través de los cristales. Estaba a un solo palmo de él, solo me separaba un guardia de seguridad. Pensamos que saldría para firmar autógrafos, pero no lo hizo. La esperanza de conocerlo desapareció. También después del partido, donde los jugadores pasaban del autobús al hotel con toda la tranquilidad del mundo, pero Raúl tampoco estaba allí. Se había ido a Madrid con su familia.

Quizás esa experiencia me chocó tanto cuando volví a ver a Raúl en aquel sueño. Ahí estaba, en el coche, con toda tranquilidad, en una calle de mi pueblo. Le pregunté con voz temblorosa si podía echarme una foto con él. Me asintió y mi madre sacó una cámara y la hizo. Le salió mal. La hizo otra vez. Otra vez mal. Hubo otro momento que en vez de hacer la foto, se puso a toquetear los botones -sin conocimiento alguno- y yo ahí, con Raúl cogido del hombro, muerto de los nervios. Probé que la hiciera mi hermana, pero ni siquiera supo cómo darle. Yo pensé que se iba a ir y que aquel momento mágico no iba a quedarse guardado jamás, pero entonces me dijo "Si quieres vamos allí y nos la hacemos". Se refería al colegio de la Purísima (un colegio de monjas) que, raramente, estaba abierto, y tenía además gradas estilo Coliseo Romano (?). Mi madre se colocó abajo, en el campo de fútbol sala del patio, y la hizo. Ahora estaba bien, pero se veía muy lejana. Es curioso, pero parecía que Raúl se tenía que ir de allí (estaba sacando el coche del aparcamiento), pero él se quedaba, como disfrutando de que un admirador se preocupara tanto por una simple foto.

Le pregunté cómo le iba por Qatar, y esta vez ya no tenía voz temblorosa. Al contrario. Es más, tenía voz de haber bebido unos cuantos cubatas (ahí es cuando estoy más dicharachero, supongo). Me puso cara rara, como diciendo "no me tenía que haber ido a Qatar". Me dijo algo así como "bueno, ahora estamos concentrados, allí no es como en otros países, se juegan hasta seis competiciones". Le dije que lo sabía, que habían varias Copas y tal. Fue entonces cuando salió mi vena periodista y empecé a preguntarle si jugaban a partido único, si se sentía a gusto allí, como era la vida en Qatar... y creo que no le pregunté absolutamente nada acerca del Real Madrid o el Schalke 04. Hablamos de su presente, ni siquiera de su futuro. Eso le pareció gustar. 



Creo que nos tiramos horas hablando, porque vi que ya eran las 3 y pico, que me tocaba cantar dentro de poco, pero ya tenía decidido que no iba a ir. La experiencia era única y yo ya hasta pensaba "pondrán a otro  a cantar y ya está" aun sabiendo que era el único que se sabía la letra. Mi madre y mi hermana ya se habían ido hace rato, y nosotros nos fuimos por la Glorieta a seguir con la conversación. Me recordó a esos reportajes que hacen en los medios, cuando un periodista consumado se marcha a un lugar inhóspito con el entrevistado y hablan naturalmente, como si se conocieran de toda la vida. Me sentí igual. Llegué a decirle "pues yo voy a ser periodista, ¿sabes?" y me dijo "Vale, tal", y le respondí "Lo siento, ya sé que los futbolistas no aguantáis a los periodistas, pero a mi me vas a tener que aguantar tú". Y se partió de risa. Yo, ahora mismo, no doy crédito a que dijera eso. Definitivamente estaba borracho.

Y creo que él también, y toda la gente que había asistido al bendito fin de curso. No habían terminado todas las actuaciones y la gente salía como borracha, la Glorieta se convertía en una multitud impresionante  haciendo botellón, bailando con una charanga de fondo y dándole vueltas al lugar. Raúl me dijo: "mira quién esta ahí" y me viene, con su pelo característico y una cara de borracho que no se la creía ni él, Marcelo, el lateral izquierdo del Real Madrid. Iba repartiendo besos a todo el mundo, a mi incluido: "!Qué pasa!". Por allí apareció José Manuel (colega que se vino a Valencia), medio borracho, medio muerto de cansancio. Le digo, "¿Has visto a Raúl o que"? Y le digo a Raúl: "Mira, este es un raulista a muerte como yo". Y dice él: "Joder, pues no veo que se entusiasme ni nada". Entonces José le agarró y le pegó un beso descomunal en la  mejilla que casi le arranca la cabeza. Luego se fue por ahí diciendo a todo quisqui "Chavaaaal, le he pegado un beso a Raúl González Blanco".

La cosa se desmadró un poco, hubo un tercer jugador que pasó por allí, iba muy pelotazo (creo que era Xabi Alonso) y se dedicaba a montar a caballito a todo el mundo, hasta que se metió un hostión contra un bordillo. Era una locura de fiesta, habían miles de personas invadiendo la Glorieta y las calles de alrededor. Llegó un momento en el que me perdí, hasta salirme de toda aquella multitud, y cuando volví, ya no quedaba casi nadie,  y el suelo estaba completamente abarrotado de porquería. Nos pusimos en un grupillo a hablar de los jugadores que se habían colado en esta fiesta improvisada. Cerca de nosotros, una anciana de aspecto familiar se reía en voz baja. Cuando me volví, se acercó a mi y me dijo: "Los invité yo". Y me hizo un gesto que solo podía significar "les pagué muy bien". No recuerdo porqué lo hizo, quizás por darle el gusto a un nieto, o yo que sé.

En la Glorieta hay un porche enorme con alargados peldaños donde mucha gente estaba sentada o directamente tirada. Yo acabé allí, casi amaneciendo, con José y algunos de mis colegas. Entonces apareció Berenguer, despeinado, como si hubiera venido de trabajar. Su admiración por Raúl no entendía de límites. Me dijo que acababa de terminar el fin de curso. Se  había perdido el poder conocer a su ídolo de toda la vida, y yo me sentí destrozado. Fue entonces cuando me puse a contarle todo, absolutamente todo, lo que había pasado, para hacerle partícipe de la experiencia. Creo que por eso recuerdo con tantos detalles este sueño, porque en realidad casi que lo soñé dos veces.

Y creo que fue entonces, cuando mi subconsciente comprendió que las imágenes eran demasiado redudantes, cuando me desperté de un respingo sobresaltado. Puede que fueran hasta seis horas de sueño, y a mi se me pasaron volando a toda velocidad. Eso si, fue una de las experiencias más gratificantes de mi vida, aunque "solo" fuera un sueño. Y es que, en muchos casos, los sueños suelen ser más reales que la propia realidad.


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